viernes, 9 de junio de 2017

El hemograma


Uno de los procedimientos clínicos más comunes en las exploraciones físicas de rutina y el diagnóstico de la enfermedad es un hemograma, que proporciona un amplio perfil informativo de datos sobre diversos valores sanguíneos: cantidad de eritrocitos, leucocitos y trombocitos por microlitro de sangre, cantidades relativas (porcentajes) de cada tipo de leucocito, denominado cifra diferencial de leucocitos; hematócrito; concentración de hemoglobina, y varios índices de eritrocitos, como tamaño del eritrocito (volumen corpuscular medio, MCV) y concentración de hemoglobina por eritrocito (hemoglobina corpuscular media, MCH).

Las cifras de eritrocitos y leucocitos requerían el examen con el microscopio de frotis de sangre diluida en una placa graduada, y una cifra diferencial de leucocitos exigía la exploración de frotis teñidos. Hoy día, la mayoría de los laboratorios utiliza contadores electrónicos de células, dispositivos que obtienen una muestra de sangre mediante un tubo muy estrecho con sensores que identifican los tipos de células y miden su tamaño y el contenido de hemoglobina.
Estos contadores proporcionan resultados más rápidos y exactos basándose en cantidades mucho más grandes de células que los antiguos métodos visuales. Sin embargo, a menudo se detectan errores al identificar ciertos tipos de células, y un técnico médico debe revisar los resultados en caso de anormalidades sospechosas e identificar células que el instrumento no pudo definir.
El cúmulo de información obtenida aparte de un hemograma es demasiado basto como para aportar aquí más que unos cuantos ejemplos.

Cifras bajas de eritrocitos o anormalidades en el tamaño, la forma y el contenido de su hemoglobina indican varias formas de anemia. Una deficiencia de trombocitos puede indicar una reacción adversa a medicamentos; una cifra elevada de neutrófilos sugiere infección bacteriana, y una cifra elevada de eosinófilos, una alergia o una infección parasitaria. Además, cantidades elevadas de tipos específicos de leucocitos o de sus precursores pueden indicar varias formas de leucemia.

Si un hemograma no proporciona información suficiente o si sugiere otros trastornos, pueden hacerse pruebas adicionales, como tiempo de coagulación y biopsia de médula ósea.

Anatomía y Fisiología de Saladin, sexta edición

martes, 8 de diciembre de 2015

FIEBRE


La fiebre tal vez sea el signo definitorio más antiguo y universal de enfermedad. Aparece no sólo en mamíferos, sino también en aves, reptiles, anfibios y peces. Cuando surge en animales homeotérmicos, los mecanismos reguladores de la temperatura se comportan como si se ajustaran para conservar la temperatura corporal a un nivel mayor que el normal, es decir, “como si se reajustara el termostato” a una nueva temperatura por encima de 37°C. Los receptores térmicos envían señales de que la temperatura real está por debajo del nuevo punto “reajustado” y se activan los mecanismos termógenos; ello suele originar sensaciones de frío por vasoconstricción cutánea y en ocasiones escalofríos suficientes para que el cuerpo comience a temblar; sin embargo, la naturaleza de la respuesta depende de la temperatura ambiente. El incremento térmico en animales de experimentación a los que se inyecta un pirógeno depende más bien de la mayor termogénesis, del hecho que la persona se encuentre en un entorno frío, y sobre todo de la menor pérdida calórica si se halla en un entorno cálido.

La patogenia de la fiebre se resume en la figura 17-15. Las toxinas generadas por bacterias, como las endotoxinas, actúan en monocitos, macrófagos y células de Kupff er para producir citocinas que se desempeñan como pirógenos endógenos (EP). Se conocen datos convincentes de que actúan independientemente sustancias como IL-1β, IL-6, IFN-β, IFN-γ y TNF-α para producir fiebre. Las citocinas señaladas son polipéptidos y es poco probable que las circulantes penetren en el cerebro. En vez de ello, las pruebas sugieren que actúan en el órgano vasculoso de la lámina terminal, uno de los órganos periventriculares; esto a su vez activa el área preóptica del hipotálamo.

Las citocinas también son producidas por células del sistema nervioso central (SNC), cuando éstas son estimuladas por infección y quizá tengan actividad directa en los centros reguladores de la temperatura.

La fiebre generada por las citocinas probablemente proviene de la liberación local de prostaglandinas en el hipotálamo, pues la inyección de tal sustancia en esa zona origina incremento térmico.
Además, en el hipotálamo se ejerce directamente el efecto antipirético del ácido acetilsalicílico, fármaco que inhibe la síntesis de prostaglandina.
La prostaglandina E2 (PGE2) es una de las prostaglandinas que causa fiebre; actúa en cuatro subtipos de receptores de ella, como son EP1, EP2, EP3 y EP4 y la “eliminación” del receptor EP3 anula la respuesta febril a PGE2, IL-1β y el lipopolisacárido bacteriano (LPS).

No se ha definido con certeza si la fiebre es beneficiosa para el organismo. Posiblemente lo sea, porque ha evolucionado y persistido como respuesta a las infecciones y otras enfermedades. Muchos microorganismos proliferan mejor dentro de límites relativamente estrechos de la temperatura y al haber hipertermia, su proliferación queda inhibida. Además, al aumentar la temperatura corporal se incrementa la producción de anticuerpos. Antes de contar con los antibióticos, se inducía fiebre de modo artificial para el tratamiento de la neurosífilis y tal medida era beneficiosa. La hipertermia es útil en sujetos infectados de carbunco, neumonía neumocócica, lepra y varios trastornos por hongos, rickettsias y virus. La hipertermia también lentifica la proliferación de algunos tumores. Sin embargo, las temperaturas muy altas son dañinas; la temperatura rectal mayor de 41°C (106°F) por lapsos largos puede causar daño permanente en el cerebro. Si la temperatura excede 43°C, surge un golpe de calor (siriasis) y sobreviene la muerte.

Ganong Fisiología médica edición 24

viernes, 18 de septiembre de 2015

Fibrosis quística


La fibrosis quística es un trastorno del transporte de iones en las células epiteliales, de carácter autosómico recesivo, causada por una mutación en el gen del regulador de la conductancia transmembrana de la fibrosis quística (CFTR) que codifica la proteína de los canales del cloro epiteliales, ubicado en el cromosoma 7 región q31.2, ocasionando anomalías en su función, afectando así a la secreción de líquido en las glándulas exocrinas y el revestimiento epitelial de los aparatos respiratorio, digestivo y reproductor. Las manifestaciones clínicas pueden aparecer en cualquier momento de la vida, desde el nacimiento hasta etapas muy tardías de la infancia o incluso en la adolescencia.
Con una incidencia de 1 por cada 2.500 nacidos vivos, la fibrosis quística es la enfermedad genética mortal más frecuente en las poblaciones caucásicas. La frecuencia de portadores en EE. UU. es 1 de cada 20 en los pacientes de origen caucásico, pero es muy inferior entre los afroamericanos, asiáticos e hispanos. Aunque la fibrosis quística se transmite de forma autosómica recesiva, datos recientes indican que incluso los portadores heterocigotos muestran una incidencia aumentada de enfermedad pancreática y respiratoria en comparación con la población general.

La CFTR regula múltiples procesos celulares y canales iónicos, sus funciones son específicas en cada tejido, de forma que, una mutación de CFTR da lugar a graves alteraciones en los sistemas:

·         La CFTR regula principalmente el canal de conductancia para el cloruro, pero además determina otros procesos celulares, el más importante a nivel fisiopatológico es la inhibición del canal epitelial de sodio (ENaC) por tanto, en la fibrosis quística la actividad del ENaC aumenta, lo que incrementa mucho la captación de sodio a través de la membrana apical. Y por el contrario, la actividad del ENaC disminuye en los conductos sudoríparos humanos, por lo tanto, se forma un líquido luminal hipertónico que contiene mucho cloruro y sodio en sudor (la característica sine qua non de la fibrosis quística clásica) Esta alteración constituye la base del sudor «salado» que suelen detectarse.

·         En los epitelios intestinal y respiratorio las mutaciones de CFTR producen una pérdida o reducción de la secreción de cloruro hacia la luz y un aumento en la absorción luminal activa de sodio. Esto aumentan la reabsorción pasiva de agua desde la luz, lo que reduce la cantidad de agua en la capa de líquido superficial que reviste a las células mucosas, pero sin diferencias entre las concentraciones de sal. O sea, una capa de líquido superficial isotónico, pero de escaso volumen. En los pulmones esta deshidratación determina una acción mucociliar defectuosa y la acumulación de secreciones viscosas hiperconcentradas, que obstruyen las vías aéreas y predisponen al paciente a sufrir infecciones pulmonares de repetición.


·         Una mutación de la CFRT provoca alteraciones notables en el transporte de bicarbonato. Los líquidos alcalinos son secretados por los tejidos normales, mientras que los líquidos ácidos (por ausencia de iones bicarbonato) se secretan por los epitelios que albergan estos alelos mutantes de CFTR. La reducción del pH luminal puede producir aumento de la precipitación de la mucina y formación de tapones en los conductos, con incremento de la unión de las bacterias a los tapones de mucina e insuficiencia pancreática, característica de la fibrosis quística clásica.

Las diferentes mutaciones relacionadas a esta enfermedad se pueden agrupar en función de sus efectos sobre la proteína CFRT:

·       Clase I: síntesis defectuosa de la proteína. Estas mutaciones se asocian a una ausencia completa de proteína CFTR en la superficie apical de las células epiteliales.

·         Clase II: plegamiento, procesamiento y circulación anormales de la proteína. Estas mutaciones determinan una alteración del procesamiento de la proteína desde el retículo endoplásmico al aparato de Golgi; la proteína no se pliega del todo ni se glucosila y se degrada antes de alcanzar la superficie celular. La mutación de clase II más frecuente es una deleción de tres nucleótidos que codifican la fenilalanina en la posición 508 del aminoácido (Δ F508). A nivel mundial se puede encontrar esta mutación en un 70% de los pacientes con fibrosis quística. Las mutaciones de clase II se asocian a una falta completa de la proteína CFTR en la superficie apical de las células epiteliales.
·       
            Clase III: regulación defectuosa. Las mutaciones de esta clase impiden la activación de CFTR porque impiden la unión y la hidrólisis del ATP, un requisito esencial para el transporte de iones. Por tanto, se encuentra una cantidad normal de CFTR en la superficie apical, pero no es funcional.
·       
             Clase IV: reducción de la conductancia. Estas mutaciones se producen de forma característica en el dominio transmembrana de CFTR, que forma el poro iónico para el transporte de cloruro. Se encuentra una cantidad de CFTR normal en la membrana apical, pero con una función reducida. Esta clase se suele asociar a un fenotipo más leve.

·         Clase V: reducción de la abundancia. Estas mutaciones afectan a los sitios de separación de intrones en el promotor de CFTR, de forma que se reduce la cantidad de proteína normal. Como se comenta más adelante, las mutaciones de clase V se asocian también a un fenotipo más leve.

·         Clase VI: alteraciones de la regulación de canales iónicos separados. Como se ha comentado antes, CFTR participa en la regulación de múltiples canales iónicos celulares distintos. Las mutaciones de esta clase afectan al papel regulador de CFTR. En algunos casos, una mutación determinada altera la conductancia de CFTR y también la regulación de otros canales iónicos. Por ejemplo, la mutación Δ F508 es de las clases II y VI.

Dado que la fibrosis quística es un proceso autosómico recesivo, los individuos afectados portan mutaciones en ambos alelos. Sin embargo, la combinación de mutaciones en los dos alelos puede influir de forma importante sobre el fenotipo global y las manifestaciones específicas en cada órgano. Por tanto, en el fenotipo de la fibrosis quística clásica (insuficiencia pancreática, infecciones sinopulmonares y síntomas digestivos) se producen dos mutaciones «graves» (de clases I, II o III) que determinan la ausencia casi completa de CFTR en la membrana, mientras que la existencia de una mutación «leve» (de clases IV o V) en uno o ambos alelos ocasiona un fenotipo más leve. Esta afirmación general sobre la correlación genotipo-fenotipo es más constante para la enfermedad pancreática, en la que la existencia de una mutación «leve» en un alelo puede revertir el fenotipo de insuficiencia pancreática que se asocia a la homocigosidad para las mutaciones «graves». Por el contrario, esta correlación genotipo-fenotipo es mucho menos constante en la enfermedad pulmonar, lo que refleja el efecto de modificadores secundarios. Conforme se han ampliado las pruebas genéticas para detección de las mutaciones de CFTR, cada vez ha quedado más claro que los pacientes que presentan diversos fenotipos clínicos no relacionados pueden presentar mutaciones de CFTR. Entre ellos se incluyen pacientes con pancreatitis crónica idiopática, enfermedad pulmonar crónica de aparición tardía, bronquiectasis idiopáticas y azoospermia obstructiva por ausencia bilateral del conducto deferente. La mayor parte de estos pacientes no tienen otros rasgos de fibrosis quística, aunque tienen mutaciones de CFTR en los dos alelos y se clasifican como fibrosis quísticas atípicas o no clásicas. La identificación de estos individuos resulta importante no sólo para su tratamiento, sino para el consejo genético.


Modificadores genéticos y ambientales

Aunque la fibrosis quística sigue siendo uno de los ejemplos mejor conocidos del axioma «un gen, una enfermedad», cada vez existen más pruebas de que otros genes distintos del CFTR modifican la frecuencia y gravedad de las manifestaciones específicas de cada órgano. La gravedad de las manifestaciones pulmonares en la fibrosis quística se asocia a variantes polimórficas en distintos genes, entre los cuales se encuentran como ejemplos mejor conocidos la lectina ligadora de manosa (MBL2) y el factor del crecimiento transformante β1 (TGFB1). MBL es un efector clave de la inmunidad innata, implicado en la opsonización y fagocitosis de los microorganismos y los polimorfismos del gen MBL2 asociados a una reducción de las concentraciones de proteína circulante determinan triple riesgo de sufrir una neumopatía terminal. TGFβ es un inhibidor indirecto de la función de CFTR. Un extenso estudio multicéntrico sobre pacientes homocigóticos para la mutación ΔF508 de CFTR demostró que dos polimorfismos específicos en el extremo 5’ del gen TGFB1 se asocian a un fenotipo pulmonar grave.

Los modificadores ambientales también pueden provocar importantes diferencias fenotípicas entre los individuos que comparten el mismo genotipo para CFTR. Esto se pone de manifiesto especialmente en la enfermedad pulmonar, en la que las correlaciones entre el genotipo y el fenotipo de CFTR pueden resultar sorprendentes.
Como se ha comentado antes, una acción mucociliar defectuosa por la deshidratación del moco determina una incapacidad de eliminar las bacterias de las vías aéreas. Las especies de Pseudomonas aeruginosa colonizan la vía respiratoria baja, inicialmente de forma intermitente y luego de forma crónica. Las infecciones virales simultáneas predisponen a esta colonización. El moco estático genera un microambiente hipóxico en el líquido de la superficie de las vías aéreas, lo que favorece la producción de alginato, una cápsula de polisacáridos mucoides. La producción de alginato facilita la formación de una biopelícula que protege a las bacterias de los anticuerpos y los antibióticos, permitiéndoles escapar de las defensas del anfitrión y esto culmina en una enfermedad pulmonar destructiva crónica.

Las reacciones inmunitarias mediadas por anticuerpos y células inducidas por estos gérmenes contribuyen todavía más a la destrucción pulmonar, pero resultan ineficaces frente a los microorganismos. Resulta evidente, por tanto, que además de los factores genéticos (p. ej., el tipo de mutación), diversos modificadores ambientales (p. ej., virulencia de los gérmenes, eficacia del tratamiento, infecciones intercurrentes o simultáneas por otros gérmenes, exposición al tabaco o alérgenos) pueden condicionar la gravedad y la progresión de la neumopatía en la fibrosis quística.

Morfología:

En los pacientes con una fibrosis quística no clásica, la enfermedad es bastante leve y no altera de forma grave el crecimiento y desarrollo. En otros, la afectación pancreática es grave y altera la absorción intestinal reduciendo el crecimiento y desarrollo posnatales. En otros casos, las alteraciones de la secreción de moco determinan una acción mucociliar defectuosa, con obstrucción de bronquios y bronquiolos e infecciones pulmonares mortales. En ninguna de las variantes se encuentra alteración morfológica de las glándulas sudoríparas.


·         Las alteraciones pancreáticas en el 85-90% de los pacientes. Acumulación de moco en los conductos pequeños con cierta dilatación de las glándulas exocrinas o conductos taponados por completo provocando atrofia del componente exocrino glandular y fibrosis progresiva, alterando la absorción de las grasas y la consiguiente avitaminosis A puede contribuir a la metaplasia escamosa del epitelio de revestimiento de los conductos del páncreas.

             Pueden encontrarse tapones de moco denso viscoso en el intestino delgado de los lactantes y estos pueden provocar obstrucción intestinal, en un cuadro llamado íleo meconial.

·         La afectación hepática, los canalículos biliares aparecen taponados por material mucinoso, que se asocia a proliferación de conductillos e inflamación portal. La esteatosis hepática es frecuente en las biopsias hepáticas. Con el tiempo se desarrolla una cirrosis biliar focal en un tercio de los pacientes, que al final puede afectar a todo el hígado y provocar una nodularidad hepática difusa en menos del 10% de los pacientes.

·         Las glándulas salivales, dilatación progresiva de los conductos, metaplasia escamosa del epitelio de revestimiento y atrofia glandular seguida de fibrosis.

·         Los cambios pulmonares son las complicaciones más graves de la enfermedad. Se deben a las secreciones mucosas viscosas de las glándulas submucosas del árbol respiratorio, que determinan la obstrucción secundaria con infección de las vías aéreas. Los bronquiolos suelen aparecer distendidos por moco denso, asociado a una notable hiperplasia e hipertrofia de las células secretoras de moco.
·         Las infecciones superpuestas pueden ocasionar una bronquitis crónica grave con bronquiectasias. En muchos casos, se desarrollan abscesos pulmonares. Los tres gérmenes que con más frecuencia producen infecciones pulmonares son Staphylococcus aureus, Haemophilus influenzae y Pseudomonas aeruginosa. Una variante mucoide de P. aeruginosa (productora de alginato) produce inflamación crónica y otro grupo de pseudomonas, el complejo Burkholderia-cepacia, en el que se incluyen al menos nueve especies distintas; dentro de este complejo las infecciones por B. cenocepacia son las más frecuentes en los pacientes con fibrosis quística.

·         Se describe azoospermia e infertilidad en 95% de los varones que alcanzan la edad adulta; es frecuente encontrar una ausencia bilateral congénita de los conductos deferentes en estos casos. En algunos varones esta ausencia bilateral de los conductos deferentes es la única característica sugestiva de una mutación asociada de CFTR.


Características clínicas.

Los síntomas son muy variados y pueden aparecer desde el nacimiento hasta muchos años después y afectar a un solo sistema orgánico o a muchos. Un 5-10% de los casos consultan en el momento del nacimiento o poco después por un íleo meconial. La obstrucción intestinal distal puede aparecer en individuos mayores y cursar como episodios repetidos de dolor en el cuadrante inferior derecho, que en ocasiones se asocian a una masa palpable en la fosa ilíaca derecha.

Se produce insuficiencia exocrina pancreática en la mayor parte de los enfermos con fibrosis quística (85-90%) y se asocia a mutaciones «graves» de CFTR en ambos alelos. La insuficiencia pancreática se asocia a mala absorción de proteínas y grasas y aumento de la pérdida fecal de grasas. Las manifestaciones de esta mala absorción (p. ej., heces voluminosas y malolientes, distensión abdominal y poca ganancia de peso) aparecen durante el primer año de la vida. La mala absorción de las grasas puede ocasionar deficiencias de vitaminas liposolubles, lo que se traduce en manifestaciones de avitaminosis A, D y K. La hipoproteinemia puede ser lo bastante grave para causar edema generalizado. La diarrea persistente produce prolapso rectal hasta en un 10% de los niños con fibrosis quística.

El fenotipo con suficiencia pancreática no suele presentar otras complicaciones digestivas y en general estos individuos muestran un crecimiento y desarrollo excelente. Estos pacientes presentan otros rasgos de fibrosis quística, como enfermedad pulmonar.
Es rara la insuficiencia pancreática endocrina (p. ej., diabetes) en la fibrosis quística y se suele observar cuando existe una destrucción importante del parénquima pancreático.
Las complicaciones cardiorrespiratorias, como infecciones pulmonares persistentes, enfermedad pulmonar obstructiva y cor pulmonale son la causa más frecuente de la muerte (~80%) de los pacientes.

Hacia los 18 años de edad, un 80% de los pacientes con fibrosis quística clásica son portadores de P. aeruginosa. Con el uso indiscriminado de la profilaxis antibiótica frente a Staphylococcus se ha producido una reaparición desafortunada de cepas resistentes de Pseudomonas en muchos pacientes.
Puede encontrarse una hepatomegalia asintomática hasta en un tercio de los individuos. Puede producirse una obstrucción del colédoco por cálculos o barro biliar y produce dolor abdominal e ictericia de aparición aguda.
Aproximadamente un 95% de los varones son infértiles como consecuencia de una azoospermia obstructiva, esta suele guardar relación con una ausencia congénita y bilateral del conducto deferente, que en el 80% de los casos se debe a mutaciones en ambos alelos de CFTR.

En la mayor parte de los casos, el diagnóstico de fibrosis quística se realiza ante concentraciones de electrólitos elevadas de forma persistente en el sudor (con frecuencia es la madre la que sugiere el diagnóstico al decir que el sudor del lactante tiene un sabor salado anormal), por los trastornos clínicos característicos (enfermedad sinopulmonar y digestiva), por la realización de una prueba de detección selectiva neonatal con resultados anormales o por los antecedentes familiares. Una minoría de los casos de fibrosis quística, sobre todo los que tienen una mutación de CFTR «leve», pueden tener resultados de la prueba del sudor normales o casi (< 60 mM/L).

La determinación de la diferencia de potencial transepitelial nasal in vivo puede ser un complemento útil en estos casos. La secuenciación del gen de CFTR es la «prueba de referencia» para el diagnóstico de la fibrosis quística.

Se han conseguido grandes avances en el tratamiento de las complicaciones agudas y crónicas de la fibrosis quística, como antibióticos más potentes, sustitución de las enzimas pancreáticas y trasplante pulmonar bilateral. En estos últimos años también han surgido modalidades más recientes para recuperar la función endógena de CFTR. En principio, la fibrosis quística, como otros trastornos monogénicos, debería ser susceptible de terapia génica y en este momento se están realizando varios ensayos para terapia génica con vectores de adenovirus, que se encuentran en fases iniciales. La mejora del tratamiento de la fibrosis quística ha permitido mejorar la esperanza mediana de vida hasta más de 36 años en el año 2006 y cada vez se está consiguiendo más que una enfermedad letal de la infancia se convierta en una enfermedad crónica de adultos.



Robbins y Cotran
Patología estructural
y funcional
Octava edición

jueves, 10 de septiembre de 2015

Trastornos autosómicos recesivos

Los rasgos autosómicos recesivos representan el grupo más amplio de trastornos mendelianos. Como los trastornos autosómicos recesivos sólo se producen cuando mutan los dos alelos de un locus genético determinado, estos procesos se caracterizan por:
1) el rasgo no suele afectar a los padres del individuo afectado, aunque los hermanos pueden sufrir la enfermedad;
2) los descendientes tienen una probabilidad del 25% de presentar el rasgo (es decir, el riesgo
de reaparición es del 25% en cada embarazo)
3) si el gen mutante aparece con baja frecuencia en la población, existe una elevada probabilidad de que el individuo afectado (probando) sea procedente de un matrimonio consanguíneo.
Las siguientes características se suelen aplicar a la mayor parte de los trastornos autosómicos recesivos y los distinguen de los autosómicos dominantes:

  • La expresión del defecto suele ser más uniforme que en los dominantes.
  • Es frecuente la penetrancia completa.
  • La enfermedad comienza en fases precoces de la vida.
  • Aunque existen mutaciones de novo asociadas a trastornos recesivos, es raro detectarlas clínicamente. Dado que el individuo con una mutación de novo es un heterocigoto asintomático, pasarán varias generaciones antes de que los descendientes de esta persona formen pareja con otro heterocigoto y tengan descendientes afectados.
  • Muchos de los genes mutados codifican enzimas. En los heterocigotos se producen cantidades similares de enzimas normales y defectuosas. En general, el «margen de seguridad» natural asegura que las células que tienen la mitad de la dotación normal de la enzima puedan funcionar con normalidad.
Los trastornos autosómicos recesivos incluyen casi todos los errores congénitos del metabolismo. Las distintas consecuencias de las deficiencias enzimáticas se analizan en la tabla 5-2 resume los trastornos más frecuentes de este tipo.



Patología estructural y funcional de Robbin

sábado, 15 de agosto de 2015

Surfactante pulmonar

El surfactante es una sustancia similar al jabón, que secretan los neumocitos tipo II del epitelio alveolar. Es una mezcla de dipalmitoilfosfatidilcolina (un fosfolípido), otros lípidos y proteínas. Las moléculas del surfactante constituyen una capa delgada sobre la superficie interna de los alveolos (figura 45-15), en la cual las cabezas hidrofílicas recubren la membrana alveolar y las colas hidrofóbicas de los ácidos grasos se orientan de frente a la luz alveolar.

Funciones del surfactante
El surfactante reduce la tensión de superficie en los alvéolos.
Esto tiene tres consecuencias fisiológicas importantes.
1) Reduce la tendencia de los pulmones al colapso.
2)Limita la tendencia natural de los alvéolos más pequeños a colapsarse y vaciar su contenido hacia otros mayores (figura 45-16).
3) Disminuye la tendencia del líquido del intersticio alveolar a ingresar al espacio alveolar. Cada una se analiza a continuación.

La tendencia al colapso que muestra un alveolo (P) se determina a partir de la ley de Laplace, P = 2T/R, donde R es el radio del alveolo y T es la tensión de superficie en el mismo. Al reducir el valor de T, el surfactante reduce la tendencia al colapso de los alveolos. Una disminución de la tendencia
al colapso implica que una presión de distensión determinada podría producir una expansión pulmonar mayor. En otras palabras, el surfactante incrementa la distensibilidad pulmonar.

Las moléculas de surfactante se encuentran más apartadas en los alveolos grandes, y en gran cercanía en los alveolos más pequeños (figura 45-16). Debido a que la tensión superficial del líquido surfactante guarda proporción inversa con la concentración de las moléculas de esta sustancia (fosfolípidos) por unidad de área, el surfactante es más efectivo para reducir la tendencia al colapso de los alveolos más pequeños que de los más grandes. Esto compensa la tendencia natural mayor de los alveolos menores a colapsarse, y se denomina estabilización alveolar. Otra causa de la estabilización alveolar (que no guarda relación con el surfactante) es la interdependencia –varios alveolos comparten una pared común, de tal manera que cuando uno tiende a colapsarse los alveolos adyacentes lo impiden.

Cuando alveolos adyacentes tratan de colapsarse de manera simultánea, disminuye la presión hidrostática del líquido intersticial que existe entre ellos. La reducción de la
presión hidrostática del líquido intersticial atrae líquido de los capilares alveolares, en concordancia con las dinámicas del intercambio de fluidos capilares. La presencia del surfactante
reduce la tendencia alveolar al colapso. De ahí que se extraiga menos líquido de los capilares alveolares y los alveolos se mantengan secos.

Se presenta deficiencia del surfactante en los fumadores de cigarrillos y en pacientes con inhalación crónica de O2 a 100%.
Se observa en neonatos prematuros que no secretan cantidades suficientes de surfactante pulmonar (síndrome de dificultad respiratoria del neonato o enfermedad de membrana hialina).
La deficiencia de surfactante desencadena el colapso (atelectasia) de algunas regiones del pulmón.
Es posible que otros casos de atelectasia, como la que ocurre tras la obstrucción de una arteria bronquial o pulmonar, también se deban a deficiencia del surfactante.


Fisiología humana. Original title: "Fundamentalks of Medical
Physiology", by Joel Michael (Editor), based on the work of
Sabyasachi Sircar.

Actividad eléctrica del corazón



Los potenciales de acción varían a medida que la onda de despolarización avanza a través de las vías de conducción del corazón, comenzando en el nodo SA y terminando en el músculo ventricular.

El ECG registra los cambios que se producen en el potencial de la superficie corporal en relación con la despolarización y repolarización del corazón. El ECG normal consta de la onda P, los complejos QRS y la onda T. En un 50-70% de los individuos se registra también una onda U, cuyo origen no está perfectamente definido (A).

Las diferencias en la morfología de los potenciales de acción se basan en las diferencias en las corrientes iónicas específicas (B). En las células del nodo AV se comprueba la despolarización espontánea ya que el potencial de membrana en reposo da lugar a un potencial de acción. En los miocitos ventriculares (y también en el sistema His-Purkinje) se observa la pendiente ascendente brusca de la fase 0 que produce la conducción rápida de la onda de despolarización.
La meseta de la fase 2 es importante para prevenir la despolarización prematura. El período refractario efectivo (PRE) es el período durante el cual no se puede provocar otro potencial de acción. Durante el período refractario relativo (PRR) es más difícil provocar un potencial de acción que durante la fase 4.

NETTER.
FUNDAMENTOS DE FISIOLOGÍA
Susan E. Mulroney, Adam K. Myers.

viernes, 14 de agosto de 2015

El Asma


El asma es la enfermedad crónica infantil más común, sobre todo en varones. Es la principal causa de ausentismo escolar y de hospitalización infantil en Estados Unidos. Casi la mitad de todos los casos se desarrolla antes de los 10 años de edad y sólo 15% después de los 40. En Estados Unidos afecta a casi 5% de los adultos y hasta a 10% de los niños, y es responsable de casi 5 000 muertes al año. Más aún, el asma está en aumento; ahora se presentan más casos y muertes que hace unas décadas.

 En el asma alérgica, la forma más común, alergenos en polen, moho, caspa animal, alimentos, ácaros o cucarachas desencadenan una crisis respiratoria. Los alergenos estimulan las células plasmáticas para secretar IgE, que se fija a mastocitos en la mucosa respiratoria. La nueva exposición al alergeno causa que los mastocitos liberen una mezcla compleja de sustancias químicas inflamatorias, que desencadenan una intensa inflamación de las vías respiratorias. El asma no alérgica puede desencadenarse por infecciones, medicamentos, aire contaminado o seco y frío, ejercicio o emociones. Esta forma es más común en adultos que en niños, pero los efectos son muy parecidos. 

En minutos, los bronquiolos se contraen de manera espasmódica (broncoespasmo), causando una fuerte tos, sibilancia y, en ocasiones, sofocación fatal. A menudo se presenta una segunda crisis respiratoria de 6 a 8 horas después. Las interleucinas atraen eosinófilos al tejido bronquial, donde secretan proteínas que paralizan los cilios respiratorios, dañan de manera grave el epitelio y llevan a cicatrización y daño extenso a largo plazo en los pulmones. Los bronquiolos también se tornan edematosos y se taponan con moco espeso y pegajoso. Las personas que mueren de sofocación asmática suelen mostrar vías respiratorias tan taponadas con moco gelatinoso que no podían exhalar.
Los pulmones permanecen hiperinsuflados incluso en la autopsia.

 El asma se trata con epinefrina y otros estimulantes β-adrenérgicos para dilatar las vías respiratorias y restaurar la respiración, y con corticosteroides inhalados o fármacos antiinflamatorios no esteroideos para reducir al máximo la inflamación y el daño a largo plazo en las vías respiratorias. El régimen de tratamiento puede ser muy complicado y, a menudo, requiere más de ocho medicamentos al día; por lo tanto, el cumplimiento resulta difícil para los niños y los pacientes con ingresos reducidos o bajo nivel escolar.

 El asma es un trastorno familiar y, al parecer, es resultado de una combinación de herencia e irritantes ambientales. En Estados Unidos, el asma es más común, de manera paradójica, en dos grupos:
 1) niños de ciudad que están expuestos a hacinamiento, higiene deficiente y mala ventilación, que no salen a menudo al exterior o no hacen ejercicio suficiente,
 y 2) niños de hogares demasiado limpios, tal vez porque han tenido poca oportunidad de desarrollar inmunidades normales.

El asma también es más común en países donde las vacunas y los antibióticos se usan de manera extensa. Es menos común en países en desarrollo y en niños de campo de Estados Unidos.


ANATOMÍA Y FISIOLOGÍA.
La unidad entre forma y función
Kenneth S. Saladin
Traducción: Eloy Pineda Rojas
Translated from the sixth English edition of: Anatomy & Physiology: The unity of form and function By: Kenneth S. Saladin